SOBRE
EL VALLE DEL GUADALQUIVIR
ÁREA GEOGRÁFICA DEL VALLE DEL GUADALQUIVIR
A
lo largo del Primer Milenio a. C. el Mediterráneo va a convertirse
en un gran mercado, en donde los principales estados, como Asiría,
Grecia, Egipto y Roma, precisan de abundantes recursos. Se generará
en consecuencia un comercio desigual, en el que amplios territorios
periféricos proporcionarán las materias primas necesarias
a los núcleos principales. Estas regiones exteriores recibieron
a cambio productos elaborados muy escogidos, que se convierten en
objetos de prestigio en su contexto local.
Brazalete ritual
Tesoro del Carambolo
Camas-Sevilla
Carmona
y Tartessos:
El Bronce final y Primer Hierro
El
nuevo milenio traería una de las etapas más florecientes
de la historia de nuestro territorio, marcado por el nacimiento,
apogeo y muerte de Tartessos.
Tartessos
refleja un fenómeno cultural producto del contacto entre
dos comunidades étnicas diferentes, de un lado, el mundo
indígena y de otro los colonizadores orientales, principalmente
fenicios, que llegaron a las costas peninsulares a mediados
del siglo VIII a. C. Las relaciones entre ambas comunidades
marcarán el desarrollo y destino final del mítico
reino de Gerión, Gárgoris, Habis y Argantonio.
A
principios del I Milenio se documentan los primeros
grupos que conformarían el substrato étnico de
Tartessos y que, en poco tiempo, llegan a ocupar todo el occidente
de la actual Andalucía. Se fundan nuevos poblados a la
vez que se reocupan otros habitados con anterioridad. Estas gentes
no parecen emparentarse en ningún aspecto con las poblaciones
antes descritas, lo que permite pensar que su presencia se debe
a migraciones que se expandieron rápidamente atraídos
por los abundantes recursos del bajo Guadalquivir, y también
por una mejora en las condiciones climáticas.
Carmona
jugará un papel fundamental en este período debido
principalmente a su situación geográfica, que
controla las principales rutas del bajo Guadalquivir, por sus
características orográficas que la dotan de inexpugnables
defensas naturales y por los recursos potenciales que controla,
tanto agropecuarios como los generados por el control de esas
rutas de comercio. Con estos condicionantes, entre los siglos
X y IX se constata ya la ocupación de la meseta de
Carmona
por estos grupos. Su estrategia de ocupación es básicamente
la mismo que hemos descrito para las etapas precedente, es decir,
ocupan todo el perímetro del actual casco histórico
ocupando las alturas y laderas de las colinas dejando un gran
vacío en el centro. El poblado estaría formado
por cabañas circulares realizadas con un zócalo
de piedras y alzado de adobes y ramajes, junto a otros espacios
destinados a la guarda del grano y ganado. Los restos documentados
hasta la fecha en las excavaciones son muy escasos dado la fragilidad
de las construcciones y, es fundamentalmente a partir
de los restos de sus utensilios, principalmente cerámicos,
por los que podemos reconstruir la configuración y parte
de la vida de estas gentes. De todo ello se puede inferir que
sus prácticas económicas se basaban en la explotación
agropecuaria.
Poco
o nada sabemos de sus costumbres religiosas o funerarias, ya
que no se ha encontrado una sola necrópolis en el bajo
Guadalquivir correspondiente a esta época, hecho que
desconcierta a los investigadores y que achacan al azar esta
laguna en la información. No obstante, y paralelamente
a la ausencia de cementerios, se han producido hallazgos de
armas y otros objetos metálicos dentro de los ríos,
interpretable en algunos casos como los restos de barcos hundidos
o de acciones bélicas ocurridas en sus orillas, pero
la relativa abundancia de estos hallazgos y el hecho de que
éstos se produzcan en las áreas desde no existen
cementerios parece abrir la posibilidad de que se trataran de
ofrendas funerarias arrojadas a los ríos junto a los
cadáveres de los muertos.
En
torno al siglo VIII a. C. se produce un fenómeno que
va a transformar intensamente la historia de las comunidades
bajoandaluzas. Los fenicio, principalmente tirio, llegan a las
costas andaluzas como resultado de una expansión que
habían iniciado algunos siglos antes, a lo largo de todo el
Mediterráneo, cuya principal finalidad fue la de crear
pequeñas colonias que sirvieran para comerciar, buscando
principalmente metales y otros productos exóticos que
alcanzaran buen precio en origen. Con este fundan Cádiz
y jalonan toda la costa mediterránea andaluza de colonias
establecidas en islas o penínsulas en las desembocaduras
de los ríos, que les servirían como vías
de comunicación hacia el interior.
La
interpretación histórica entendía que los
fenicios eran simplemente comerciantes instalados en establecimientos
costeros que les servían de punto de intercambio con
los tartesios, por esta razón localizaron sus colonias
en la costa mediterránea andaluza, fuera del territorio
tartésico, siendo su colonia más occidental las
islas que formaban Cádiz. Sin embargo, estas dos premisas
se están desmoronando anta el avance de los conocimientos
sobre el mundo fenicio en la Península Ibérica, y así
ya sabemos que la existencia de colonias fenicias más
allá del Estrecho de Gibraltar llegando hasta la costa
Atlántica portuguesa. En otro sentido, la evidencia de
que la colonización fenicia tuvo como una de sus metas
principales la apertura de nuevos mercados y la búsqueda
de nuevas fuentes de recursos, no niega la posibilidad de que
determinados grupos de orientales aprovechasen el descubrimiento
de nuevas tierras para intentar una colonización agrícola,
e incluso, que para garantizar un comercio fluido tuvieran que
organizar una red de mercado al interior del país lo
que implicaría el establecimiento de pequeños
enclaves comerciales en los poblados indígenas. Al menos,
así parece indicarlo la documentación arqueológica
en lugares como la propia Carmona.
Desde
mediados del siglo VIII a. C. al menos, se había desarrollado
en el poblado tartésico de Carmona un núcleo de
población estable en una zona situada en el extremo norte,
al actual barrio de San Blas, de la amplia meseta que da asiento
a la actual cuidad. En lugar, de unas 6 Has, de extensión
constituía entonces una fortaleza natural desde la cual
dominaban los caminos que conducían al Guadalquivir y al interior
de la región.
Los
primeros indicios de contacto entre los indígenas y fenicios
están representados por restos de cerámica fabricada
a torno fechada en el siglo VIII a.C. Con posterioridad, y ya
en los siglos VII y VI a.C., se evidenciaban en los edificios
construidos con técnicas claramente orientales. En el
año 1988, en las excavaciones arqueológicas llevadas
a cabo en el solar nº 2 de la calle Higueral, se halló
un muro de 110 cm. de anchura que estaba construido con aparejo
mixto de sillares y mampostería. El paño de mampostería
estaba formado con piedras de alcor con la cara externa aparecía
aplanada y cuyos intersticios aparecían calzados con
ripio, y estaba unido a un machón formado por tres hiladas
superpuestas de sillares de piedra alcor, dos colocados a soga
y uno a tizón. Este muro, de técnica puramente
oriental, se construyó a mitad del siglo VI a.C.
En
1992 se documentaron durante una investigación de urgencia
realizada en la casa del Marqués de Saltillo, un complejo
de estructuras pertenecientes a tres edificios superpuestos,
fechados entre la segunda mitad del siglo VII y mediados del
V a.C. Los tres acusan una fuerte influencia de las técnicas
constructivas fenicias. Del más antiguo de ellos sólo
se excavó completa una habitación de 4,40 por
1,80 metros, orientada longitudinalmente en sentido Este-Oeste.
Tenía paredes de adobes sobre zócalos de piedra,
revocadas con una arcilla amarillenta encalada. A la habitación
se accedía por un hueco de la esquina sur, mientras que
las tres restantes se localizaron los restos de tres píthoi,
o tinajas, decoradas con motivos figurativos animales y vegetales
típicamente orientales.
El
mayor de los tres representa un cortejo de cuatro grifos, seres
híbridos con cabeza, cuello y alas de ave, cuerpo de
ciervo o bóvido y rabo de toro. los otros dos presentan
motivos de flores y capullos de loto entrelazados. Junto a estos
vasos aparecieron además dos copas, un plato y cuatro
cucharas de marfil talladas imitando las cuatro patas de un
ciervo, cabra o bóvido.
La
estructura del edificio así como la simbología
representada en los vasos parece indicar que nos encontramos
ante un complejo religioso.
Los
elementos de raigambre fenicia no se limitan a la ciudad. Durante
la actividad de la Sociedad Arqueológica fueron excavados
gran parte de los túmulos funerarios que rodean la cuidad,
así como los del cercano Acebuchal y que culminaron con
el descubrimiento de la necrópolis de la Cruz del Negro,
que algunos investigadores interpretan como cementerio fenicio,
que proporcionaron materiales diversos de raíz oriental entre
los que destacan los marfiles.
Todos
estos elementos hacen pensar que la influencia fenicia en Carmona
fue más importante de lo que hasta ahora se había admitido.
Con la llegada de los fenicios, Carmona sufrió un cambio
radical. El poblado de cabañas fue transformándose en
una cuidad a partir del núcleo creado en el barrio de
San Blas, probablemente debido a la presencia de un establecimiento
comercial fenicio en la zona. Las cabañas circulares
se convirtieron en casas de planta rectangular, construidas
el modo fenicio, con división interna en habitaciones
destinadas a los distintos usos que la nueva sociedad requería.
Los edificios se organizaron con un esquema urbanístico
planificado, que marcaría el origen urbano de la ciudad.
Este núcleo protourbano, se defendió con una muralla
en talud realizada de mampostería en seco que defendía
el flanco Oeste, el más vulnerable. Este incipiente núcleo
fue concentrado y transformando todo el poblado en un proceso
que culminaría a mitad del siglo VI, cuando la caída
de Tiro desmoronaría la estructura comercia fenicia arrastrando
hacia la ruina al mítico Tartessos.
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Tartessos: los orígenes
Llamada
Tarsish por los fenicios y Tartessos por los griegos, son sólo
distintas denominaciones recibidas por un mismo reino de fabulosas
riquezas que existió en el suroeste de la Península Ibérica
durante la primera mitad dell I Milenio a.C. entre las fuentes
grecolatinas, encontramos la identificación de Tartessos
con una cuidad o un río, aunque hoy en día se tiende
más a identificar Tartessos con una cultura que con una
cuidad. Reino culto y poderoso, de escritura aún indescifrable,
podemos conocer el nombre de sus reyes gracias a relatos de
escritores griegos y romanos .
Las
primeras noticias que a él se refieren se remontan a
fuentes griegas y romanas (Estrabón, Herodoto, Plinio
Estesícoro, Eforo, Esteban de Bizancio...), sin olvidar
las numerosas referencias que podemos hallar en la Biblia, siendo
la más famosa, la de Jonás (siglo IV a. C.): ""Levantose
Jonás para huir lejos de Yahvé a Tarsis; bajó
a Jopo y halló un barco que estaba para ir a Tarsis.
Pagó el pasaje y entró en él para irse
con ellos a Tarsis, lejos de Yahvé". Estas referencias
bíblicas y clásicas solían estar relacionadas
con referencias a productos exóticos, o al lugar más
lejano posible.
Arqueológicamente
se hace muy difícil su constatación, ya que no
ha dejado restos de importancia que establezcan si tuvo una
cuidad central rectora o identifiquen claramente los territorios
comprendidos. La capital del reino de Tartessos, de igual nombre,
ha sido buscada en este siglo insistentemente por numerosos
arqueólogos, como Adolf Shuten (1870-1960), que han
defendido y defienden su antigua ubicación entre Sevilla,
Huelva y Cádiz, especialmente, en la desembocadura de
los río.
Este
arqueólogo alemán, deseoso de emular a si compatriota
Shliemann, se encontró y desenterró la no menos
legendaria Troya, resucitó el mito de Tartessos y la
buscó infructuosamente en la desembocadura del Guadalquivir
donde, por varios documentos antiguos, parece que se situó.
Otros historiadores romanos y griegos apuntaban la existencia
de Tartessos en la bahía de Algeciras, y por las riqueza
de los yacimientos encontrados tampoco es descabellado buscarla
en las rías del tinto y el Odiel en Huelva; sin embargo,
otras hipótesis la sitúan juntos al río
Guadalete, en El Puerto de Santa María, y en Carmona
(Sevilla).
"Aquí
está la cuidad de Gadir...
Aquí están las Colunnas
del contanste Hércules.
... y más lejos, la fortaleza de
Geronte,
que su nombre antiguo tiene de
Grecia,
ya que de ellla sabemos que Gerión
recibió su nombre.Aquí se extienden las
costas del Golfo Tartesio.
Éste es el océano que ruge
alrededor
de la vasta extensión del orbe.
Éste es el maximo mar,
éste es el abismo que ciñe las
costas
éste es el que riega el mar interior.
Éste es el padre de Nuestro Mar...
Rufo
Festo Avieno
Orae Maritimae (Siglo IV)
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Las leyendas situan la desaparecida Atlántida
más alá de las colunnas
de Hércules, en el Estrecho de Gibraltar.
Los
tesoros de la Aliseda y el Carambolo, los dos grandes yacimientos
que permitieron iniciar el estudio de Tartessos y que se consideraron
como paradigmas de la cultura de realeza, son el ejemplo de
una sociedad claramente jerarquizada. Estos hallazgos de
numerosísimos
objetos en necrópolis y poblados, junto con los que van
siendo constantemente descubiertos y excavados, confirman día
a día la existencia de una cultura denominada tartésica
en la alusión a las fuentes clásicas.
Según
la leyenda transmitida por esas fuentes, se extendía por el
bajo Guadalquivir y bajo Guadiana. Tuvo numerosos reyes: Gerón
el gigante con tres cabezas que luchó y fue derrotado
por Hércules; su nieto Norax, que llegó hasta
Cerdeña; Gargoris, descubridor de la miel y fundador
de otra dinastía; su nieto Habis ( o Habidis),protagonista de
una leyenda de abandono siendo niño y criado por bestias
salvajes, que nos recuerda a las más clásicas,
como la de la fundación de Roma, y que fue regalado por
los dioses convirtiéndole en legislador y descubridor de la
agricultura; Argantonio, llamado rey u hombre de la plata y
que es el que más visos de historicidad posee y cuya
fama se debe a que durante su longeva vida ( segunda mitad siglo
VII a.C. y primera mitad del siglo VI a. C). Se dice que fue
Kolaios de Samos, un ilustre navegante, quien viajó hasta
allí y, a su vuelta a Grecia, dio a conocer las fabulosas
riquezas de la zona, inaugurando así una breve pero próspera
época de ralción comercial entre los griegos y
los tartésicos.
No
menos fabulosa parece la otra de las grandes leyendas de Tartessos,
la de su identificación con la desaparecida Atlántida,
sobre todo por las referencias que la situaban más allá
de las columnas de Hércules( el Estrecho de Gibraltar)
y por compartir ambas la condición de civilizaciones
desaparecidas sin dejar rastro. fue Platón el que nos
habló por primera vez de la Atlántida en sus diálogos
Timeo y Critias, escritos hacia el 350 a.C. Desde entonces se
han realizado infinidad de conjeturas, tanto para demostrar
su existencia como para negarla, y sobre todo para ubicarla,
para saber demostrar exactamente a qué se refería
el filósofo griego.
Aristóteles,
el discípulo de Platón, opinaba que la historia
de la Atlántida era una ficción, inventada por
su maestro, como un modelo imaginario en el que ilustrar sus
modelos de sociedad, y que finalmente: "El hombre que la
soñó la hizo desaparecer". Otros autores
antiguos como Estragón, Plinio El viejo o Plutarco no
estaban tan seguros, pero tampoco se atrevían a apoyar su existencia
histórica.
Ya
en la Edad Media se puso en duda la opinión de Aristóteles
con lo que comenzó la discusión que dura hasta
la actualidad, principalmente por esa atracción que sentimos
todos hacia lo inexplicado y lo desconocido.
Pese
a los reciente indicios arqueológicos, la historia de
este antiguo reino andaluz llamado Tartessos sigue siendo un
enorme misterio, pese a todos los descubrimientos de este siglo.
Dejando de un lado su exacta ubicación, lo realmente
importante es que Tartessos ha dejado de ser un cuento mitológico
o un temas a debatir por eruditos, para llegar a ser reconocido
por los actuales andaluces como un esplendoroso pasado que empieza
a ser estudiado en las escuelas.
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Arquitectura y Urbanismo
Durante
mucho tiempo la arquitectura y urbanismo y el análisis
del poblamiento ibérico era muy sesgado. No en todas
las ciudades se podía conocer el substrato ibérico debido
a la problemática de las excavaciones. No se tenía
una idea de la organización social, economía, etc..
Últimamente
más que excavar las ciudades se ha ido a estudias el
territorio, el hábitat, la organización, etc.
pero ese programa no se ha aplicado igual en todas las zonas:-Alto
Guadalquivir y Segura, son las zonas donde se ha aplicado un
tratamiento arqueológico espacial.- En otras zonas se
conoce bastante poco en lo que a organización poblacional
se refiere.
Galera
Galera mercante romana (Museo
Naval de Barcelona) |
Las rutas sannonarias del aceite bético
Nave
de carga transportando ánforas Dressel 20.
Mapa de los Alfares a lo largo de los ríos Guadalquivir
y Genil ( fuente: G.Chic)
Esta superficie comprende un
complejo de pequeños aislamientos sobre un territorio que posee
una unidad geográfica dada por el río; Este hace de unión
y de medio de comunicación entre los varios asentamientos humanos.
Junto a las orillas del río han sido encontrados más
de cien centros de producción de ánforas.
Esto
entraña una peculiar organización de la producción
de envases, que no se hallan localizados en las distintas haciendas,
sino concentrados en los puntos de embarque del producto, lo que significa
que las alfarerías en las que se prdujeron las ánforas para
envasar aceite trabajaron para las fincas situadas en sus proximidades.
Reconstrucción de un alfar para la cocción
de ánforas Dressel 20
Algunos
de estos hornos cocían ánforas para pocos productores
de aceite; otros, en cambio, produjeron ánforas para muchos individuos,
manteniendo su actividad durante largo tiempo.
Algunos
centros productores de ánforas, como los de la Catria (Lora
del Río, Sevilla), por ejemplo, tenían extensión superior
a las 20 hectáreas. En estos centros debieron trabajar un gran
número de operarios, tal vez de forma estacional. Las excavaciones
han demostrado que existían baterías de varios hornos que trabajaban
al mismo tiempo en cadena. Los hornos, de forma circular, tenían una
altura de casi 6 metros y estaba construidos utilizando, para hacer
sus muros, los restos de las ánforas rotas.
Horno de Arva (Alcolea del Río-Sevilla)
Horno de El Tejarillo (Alcolea del Río-Sevilla)
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